Debemos transitar de un enfoque sobre qué más podemos exigirle a uno sobre cómo hacer para que los recursos mineros nos acerquen al desarrollo
Necesitamos generar consenso sobre cómo desarrollar la minería en nuestro país. La transformación hacia un crecimiento limpio en el mundo implica electrificación y una demanda creciente por cobre (y otros minerales). Por ejemplo, un auto eléctrico contiene cinco veces más cobre que uno con motor de combustión.
Esta demanda creciente se enfrenta con una oferta muy restringida. En mayo de este año, comenzó a producir Kamoa-Kakula (en Congo), casi un lustro después de Las Bambas. Y luego de Quellaveco y Quebrada Blanca (en Chile), que entrarán en producción en 2022, no hay nuevas grandes minas en el horizonte. La oferta está restringida también por la caída de la ley, particularmente en Chile: esta década, Codelco debe invertir US$ 35,000 millones solo para evitar que su producción caiga.
El desbalance entre oferta y demanda conlleva razones estructurales que permiten esperar un superciclo de precios incluso mayor que el de comienzos de siglo.
¿Cómo aprovecharlo?
El Estado debe tomar la decisión política de liderar una apuesta por la minería. Pero “decisión política” no equivale únicamente a decir “este proyecto va”, sin haber desarrollado todo el trabajo previo que lo haga socialmente viable. Implica entender las preocupaciones de la población. Si su calidad de vida no mejora, protestará (o será fácilmente manipulada por extremistas). Se requiere una nueva estrategia, que vaya más allá de solo aplacar conflictos sociales. Debe apuntar a cerrar dos brechas: la social y la productiva.
Cerrar la brecha social implica proveer bienes y servicios públicos (educación, salud, saneamiento, etc.) que mejoren la vida de la población. Esto requerirá que el Estado ingrese de una manera proactiva y articulada. Para ello, se necesita un articulador (idealmente el MEF) que tenga el tablero de control y haga seguimiento a los ejecutores, que pueden ser el Gobierno nacional, los gobiernos subnacionales, el sector privado (a través de OXI), etc.
Cerrar la brecha productiva se puede medir en términos de generar buenos empleos (y ayudar a la sofisticación productiva del país). Debemos ser ambiciosos, pero realistas.
La minería debe ser una plataforma para desarrollar empresas basadas en la economía del conocimiento
Pero es un esfuerzo de largo aliento: las empresas mineras privilegian a proveedores internacionales con los que tienen una relación de años.
Además, los proveedores más sofisticados no generan empleo para la mano de obra usualmente poco calificada de las zonas de influencia minera. Por ello, debe fortalecerse el esfuerzo (que ya realizan las mineras) de ayudar a que empresas locales obtengan los estándares requeridos para ser proveedores en segmentos menos sofisticados de la cadena minera, lo que implica un trabajo continuo de acompañamiento.
Con ello se demuestra la necesidad latente de especialistas en el tema de minería, como ingenieros y sobre todo supervisores en seguridad minera, debido a que todos proceso en mina debe ser correctamente vigilado para evitar accidentes y prevenir algún daño al medio ambiente.
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